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Proyecto Vaticano

Proyecto de Hitler para secuestrar a S.S. Pio XII
Hitler ordenó destruir el Vaticano y secuestrar a S.S. Pio XII, en venganza por la ayuda que ofreció el Papa a los judíos.

S.S. Pio XII
(259 Sucesor de San Pedro)
[1939-1958]
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Adolf Hitler
Estadista Alemán
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El escritor e historiador Andea Tornielli desvela en su nueva obra "Pio XII, el Papa de los judíos" (antítesis de "el Papa de Hitler") las destructivas intenciones del líder nacionalsocialista, Adolf Hitler, que ordenó a sus subordinados arrasar a sangre y fuego el Vaticano y secuestrar y confinar al Obispo de Roma y jefe de la Iglesia Católica en algún lugar del Principado de Liechtenstein, donde permanecería retenido como rehén del ejército alemán.

Adolfo Hitler ordenaría en 1943 la destrucción del Vaticano y la deportación del Papa Pio XII como represalia por la presunta ayuda del Pontífice a los judíos y por la oposición de la Iglesia al régimen nazi.

El Führer montaría en cólera tras la firma del armisticio entre el Gobierno Italiano de mariscal Badoglio y Los Aliados el 8 de Septiembre de 1943, y ordenó al cuerpo de élite de la SS arrasar a sangre y fuego la Santa Sede.
El plan no llegó a cumplirse gracias a la firme oposición del oficial que iba a dirigirlo: el Gral Karl Friedrich Otto Wolf, entonces comandante de la SS en Italia, quien logró disuadir a Hitler
Karl Friedrich Otto Wolf no
obedeció a Hitler en el plan contra el Papa
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Pío XII no denunció públicamente a Hitler, pues trató de salvar el mayor número posible de vidas humanas. Gracias a su actitud prudente, la Iglesia, los nuncios, el Vaticano, lograron salvar, como ha calculado el historiador judío Pinchas Lapide, a unos 850 mil judíos de la persecución y de la muerte.

Si el Papa Pio XII hubiese condenado públicamente a Hitler, se ganaría las felicitaciones y el reconocimiento del mundo entero, pero en consecuencia los judíos sufrirían una persecución más encarnizada y violenta.

El Papa estaba a punto de publicar un documento muy duro contra los nazis, contra Hitler, contra la persecución de los judíos. Pero le impresionó profundamente lo que sucedió en Holanda. En aquel país, tras la protesta de los obispos, se agravaron las persecuciones contra los judíos. La prueba de la existencia de este documento viene de muchos testimonios, como el de sor Pasqualina Lehnert, sor Konrada Grabmeier, el padre Robert Leiber e incluso el del cardenal francés Eugène Tisserant. Estos testigos revelaron que el Papa había escrito aquel documento y que decidió quemarlo personalmente en la cocina y esperar hasta que no quedara totalmente destruido. La conmoción que le ocasionó el caso holandés fue tan profunda que prefirió quemarlo a provocar ulteriores daños a los judíos.


Teodoro Cardenal Innitzer, Arzobispo de Viena
dando la bienvenida a Hitler en Austria

El caso de Innitzer es muy interesante, pues en ese año este arzobispo, junto a otro prelados austríacos, había acogido con entusiasmo la llegada de Hitler. Pues bien, Eugenio Pacelli (futuro Pio XII) y Pío XI convocaron urgentemente a Innitzer en Roma. Pacelli fue muy frío y obligó a Innitzer a firmar en su presencia una retractación, que fue publicada en «L'Osservatore Romano». Esto demuestra que tanto Pacelli, como el Papa, que en aquel entonces era Pío XI, rechazaron la posición de la Iglesia austríaca.

 
S.S. Pio XII firma carta de renuncia:


 
El 6 de septiembre de 1943, Pío XII llamó en secreto a los cardenales para comunicarles que el Vaticano podría ser invadido, y que él sería llevado al norte y probablemente asesinado. Los cardenales tenían que prepararse para huir a un país neutral de inmediato, en cuanto se produjese la invasión del territorio del Vaticano

También firmó una carta de renuncia, y la puso en su escritorio. Dio instrucciones a los cardenales para formar un gobierno en el exilio y para elegir un nuevo Papa, una vez que estuvieran a salvo.
Existe una carta escrita a mano por el secretario de Estado ordenando a la Guardia Suiza que no resistiesen a las fuerzas invasoras alemanas con la fuerza de las armas, y numerosos documentos que detallan cómo se iban a proteger la Biblioteca Vaticana y el contenido del museo.

Cuando las tropas alemanas estaban a un paso de Roma, el Papa libero del juramento de fidelidad a sus Cardenales y les ordeno abandonar el Vaticano


 
Espías en el Vaticano:


 
El Papa sólo podía enviar a sacerdotes de confianza y confidentes a través de Roma e Italia, con órdenes verbales y por escrito del Papa de abrir los claustros, permitiendo a hombres y mujeres entrar en los conventos y monasterios católicos, y ordenando que todas las instituciones eclesiásticas ocultasen a los judíos donde pudieran.

Según el afamado historiador británico sir Martín Gilbert, el Vaticano ocultó a miles de judíos literalmente en un día. Una vez ocultos, el Vaticano continuó alimentando y manteniendo a sus "huéspedes" judíos hasta la liberación de Roma, el 4 de junio de 1944.
  
Es importante, además, la revelación que el Papa Pacelli hizo a don Pirro Scavizzi, el capellán que recorrió Europa recogiendo noticias sobre los perseguidos. Pío XII le dijo: «Dígales que el Papa sufre con ellos, sufre con los perseguidos, y que si a veces no alza más la voz es sólo para no provocar daños peores».

S.S. Pio XII fue visto por los nazis como un enemigo, especialmente por su incansable trabajo en favor de los perseguidos. Su acción concreta y eficaz a favor de los judíos salvó, directa e indirectamente, a 850.000 de ellos, según testimonio del investigador israelí Pinchas Lápide.
 

Urbi et Orbi


En el centro de la fachada de la Basilica de San Pedro, vemos el balcón central, llamado "Balcón de las bendiciones" porque desde aquí el Papa imparte la bendición Urbi et Orbi (a Roma y al mundo). Esto sucede tras ser elegido Papa, y además en 2 ocasiones cada año: el día de Pascua de Resurrección, y el día de Navidad.

Tras la disolución de los Estados Pontifícios en 1870 hasta los Tratados de Letrán en 1929 los Papas; León XIII, Pio X y Benedicto XV no usaron el balcón después de su elección, al declararse como prisioneros en el Vaticano.


Urbi et Orbi
(a la ciudad y al mundo)

– Sancti Apostoli Petrus et Paulus, de quorum potestate et auctoritate confidimus, ipsi intercedant pro nobis ad Dominum.

– Amen.
– Precibus et meritis beatæ Mariæ semper Virginis, beati Michælis Archangeli, beati Ioannis Baptistæ et sanctorum Apostolorum Petri et Pauli et omnium Sanctorum misereatur vestri omnipotens Deus et dimissis omnibus peccatis vestris, perducat vos Iesus Christus ad vitam æternam.
– Amen.
– Indulgentiam, absolutionem et remissionem omnium peccatorum vestrorum, spatium veræ et fructuosæ penitentiæ, cor semper penitens et emendationem vitæ, gratiam et consolationem Sancti Spiritus et finalem perseverantiam in bonis operibus, tribuat vobis omnipotens et misericors Dominus.
– Amen.
– Et benedictio Dei omnipotentis (Patris et Filii et Spiritus Sancti) descendat super vos et maneat semper.
– Amen.

(taducción)

-Que los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, en cuyo poder y autoridad confiamos, intercedan por nosotros ante el Señor.

-Amén
-Que por a las oraciones y los méritos de santa María, siempre Virgen, de san Miguel Arcángel, de san Juan el Bautista, de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos, Dios todopoderoso tenga misericordia de vosotros y, perdonados todos vuestros pecados, os conduzca por Jesucristo hasta la vida eterna.
-Amén
-Que el Señor omnipotente y misericordioso os conceda la indulgencia, la absolución y la remisión de todos vuestros pecados, tiempo para una verdadera y provechosa penitencia, el corazón siempre contrito y la enmienda de vida, la gracia y el consuelo del Espíritu Santo y la perseverancia final en las buenas obras.
-Amén
-Y la bendición de Dios omnipotente (Padre, Hijo y Espíritu Santo) descienda sobre vosotros y permanezca para siempre.
-Amén

S.S. Pio XII
Se ven unas como tablas que llegan al filo de la balaustrada del balcón. Los prelados asistentes están subidos a su vez en alguna otra plataforma, en alto pero a diferente nivel.
Al parecer el Santo Padre no padecería de vértigo y además estaría sujeto por alguien o algo porque un mal paso y derechito a la crujía de San Pedro.

otra cardiaca de Su Santidad Pio XII, la barandilla parece más endeble de lo que era en realidad, aquí vemos a un valiente recostado sobre la misma.

S.S. Juan XIII
El piso se ha elevado al nivel de la balaustrada para que la ceremonia fuera vista por los fieles asistentes a la coronación del "Papa bueno" y se ha colocado una escualida barandillaaaaaaaa... que sirve de "quitamiedos" para no impedir la vista del acontecimiento.

S.S. Benedicto XVI
Aún hoy se inventan cosas para que se vea mejor al Papa, pero ya no son tan osados y un estrado lo eleva de forma que se le pueda ver mejor, por lo menos hasta la cintura. Aunque el Papa parece decir: ¡Cuidadín, cuidadín!

Los demonios sueltos por el Mundo

Una mañana, S.S. León XIII había celebrado la Santa Misa y estaba asistiendo a otra de agradecimiento, como le era habitual.
De pronto levanto la cabeza enérgicamente y parecía que observaba algo por encima de la cabeza del sacerdote celebrante. Miraba fijamente, sin parpadear, con un aire de terror y de maravilla, sin palabras. Algo extraño, algo grande le ocurría.


S.S. León XIII
(255 Sucesor de San Pedro)
[1878-1903]

Finalmente, volviendo en sí, con un ligero pero enérgico ademán, se levantó. Se encamino a si despacho privado. Los familiares lo siguieron con premura y ansiedad.
Le dicen en voz baja: "Santo Padre. ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?" el sólo responde: "Nada, nada"

Se encierra en su despacho, y al cabo de media hora hace llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, ndole un folio, le manda imprimirlo y enviarlo a todos los Obispos diocesanos del mundo.

¿Que contenía el folio?

La oración que se rezaba al final de la Santa Misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a arrojar a Satanás a los infiernos.

Tiempo después el Papa comentaria lo que vio aquella mañana:
"Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar a todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás le pidió permiso a Dios de tener 100 años para influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo"

Según otra versión:
S.S. León XIII "escuchó a Satanás pedir a Dios Padre más poder y tiempo para afligir y probar la fidelidad de su Iglesia. Y Dios en sus inescrutables designios, se lo concedió. Entonces vió legiones de demonios que salieron del Infierno, y como negras sombras invadieron toda la tierra durante un siglo"

En efecto, de un modo insólito, en 1886 por orden papal, fue expedida a los Obispos diocesanos del mundo y se ordeno rezar esta plegaria al final de todas las misas, de rodillas

                           
Oración a San Miguel Arcángel (escrita por S.S. León XIII)

Sancte Michael Archangele, defende nos in proelio, contra nequitiam et insidias diaboli esto praesidium. Imperet illi Deus, supplices deprecamur: tuque, Princeps militiae coelestis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute, in infernum detrude. Amen.


 
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.


Vere Papa mortuus est!

La comprobación de la muerte del Papa se realiza con los métodos médicos habituales.

S.S. Pio VI en su lecho de muerte

Pero antiguamente:

La comprobación de la muerte del Papa, se hacia; acercando una vela encendida a los labios del Sumo Pontífice. Si la llama se movía, significaba que aún se conservaba un hálito de vida, y esta misma operación se realizaba varias veces hasta que la llama permanecía inmóvil, lo que significaba que el Papa había muerto.

El médico Papal (arquiatra) confirma la defunción del Pontífice, y se lo comunica al prefecto de la casa pontificia, quien anuncia oficialmente la muerte, con una sencilla fórmula: "el Papa ha muerto"

Todos los presentes en la habitación papal se arrodillan y comienzan los primeros responsos, y después, por orden jerárquico, se acercan al cadáver y besan su mano

Se encienden cuatro cirios a los pies de la cama papal y se coloca aceite y agua bendita junto al lecho mortuorio, para los responsos de los prelados visitantes.

 
 
 





El Camarlengo; Eugenio Cardenal Pacelli
comprobando la muerte de S.S. Pio XI
Golpeando al Papa con el martillo
y llamandolo tres veces por su
nombre de pila: Achille, Achille, Achille.
                      


El Camarlengo (quien se encargara del Vaticano hasta la elección del Pontífice Sucesor) ingresa a la habitación del Papa, vestido de violeta, en señal de duelo, acompañado de un destacamento de la Guardia Suiza.

Con un pequeño martillo de plata (en el que esta grabado el escudo de armas pontificio), el Camarlengo golpea suavemente tres veces la cabeza del Papa, al mismo tiempo que lo llama tres veces por su nombre de Pila (no por su nombre papal), para comprobar (por tercera vez) la muerte.

Esto se realiza en presencia del maestro de celebraciones litúrgicas, del secretario y del canciller de la Cámara Apostólica, y este último es el encargado de rellenar el Acta de defunción del Pontífice.


Al cadáver del Papa se le retira el Anillo del Pescador, símbolo del Poder Pontificio, lo que marca que su reinado ha concluido.
Este anillo es inmediatamente destruido junto al sello de plomo del Papa (Bula) ante los Cardenales reunidos, para de esa manera evitar que puedan falsificarse documentos papales.


La Puerta de Bronce del Palacio Apostólico se cierra por la mitad y la campana de San Marcos comunica la muerte al mundo, doblando a muerto.

El cuerpo del difunto Pontífice era expuesto en tres ocasiones

Para los honores y despedida de sus familiares (domésticos o sirvientes): En los Apartamentos privados vestido en habito coral (sotana blanca, roquete, muceta roja y camauro)

S.S. Pio XII en habito coral.
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Para los honores y despedida de la Corte Pontificia: En los Apartamentos Papales revestido de Pontifical (sotana, alba, tunicela, dalmática, casulla, fanon, manipulo, estola, mitra...)

S.S. Benedicto XV de pontifical
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Para los honores y despedida de todos los fieles: En la Capilla del Santísimo Sacramento en la Basilica de San Pedro, (desde S.S. Pio XII, la salma del Papa se exponía frente al altar de la Confesión)

S.S. Benedicto XV en la Capilla del Santísimo Sacramento


S.S. Juan XXIII frente al Altar de la Confesión
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Cuando el Papa muere:

La diócesis de Roma se queda sin cabeza y, en consecuencia, toda la Iglesia Católica
  • Automaticamente todos los altos cargos de la Curia Romana quedan vacantes, empezando por el Secretario de Estado, la Iglesia queda totalmente sin gobierno.
 Los únicos que mantienen su cargo, son: el Cardenal Camarlengo, el Cardenal Vicario de la Diócesis de Roma y el Decano del Colegio Cardenalicio

  • El Poder temporal del Vaticano reside en todos y cada uno de los Cardenales, ninguno por encima de otro y ninguno con Autonomía sobre los demás
  • Todos los proyectos y planes de gobierno mueren con el Papa o quedan inmediatamente suspendidos, así que nadie puede tomar decisiones que afecten a la Iglesia, salvo en casos de Extrema Urgencia
  • Todos los Cardenales se convierten en "Papas potenciales", por lo cual y se les rinden honores de soberano, además de que son escoltados personalmente por los Guardias SuizosEl Cardenal Camarlengo comunica la noticia de la muerte del Papa al Cardenal Vicario para la Urbe -para que lo notifique al Pueblo de Roma- y al Cardenal Arcipreste de la Basilica Vaticana


Así como al Cardenal Decano del Colegio Cardenalicio quien notifica al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede y él mismo sera el responsable de hacer llegar la noticia a todos los Cardenales del mundo, convocandolos a Roma, para la elección del próximo Sucesor de San Pedro.

Quo vadis, Domine?



San Pedro se encontraba en Roma, donde el Emperador Nerón había desatado una persecución contra los Cristianos

Los Cristianos instaban al Apóstol Pedro a que abandonara la Ciudad Eterna

-Salva tu vida, ¡oh, pastor venerable!... ¡Consérvanos la verdad viva que te ha sido confiada, y que perecería contigo!... ¡Atiéndenos como un padre a sus hijos!... ¡En nombre de Cristo, óyenos!

[...]

Y el Pescador, en el colmo del abatimiento, exclamaba:

Señor, dime lo que debo hacer. ¿Cómo yo, viejo inútil, he de seguir luchando contra el genio del mal, que tu permites que gobierne y triunfe? Las ovejas que pusiste bajo mi cayado han muerto; tu Iglesia se hunde; la cátedra de la Verdad esta muda y enlutada ¿Qué puedo yo hacer Señor? ¿He de continuar, o he de recoger los restos de tu rebaño y huir con ellos para poder glorificar tu Nombre más allá de los mares?

Y continuaba su indecisión; sabía muy bien que la Verdad no podía morir y que siempre habría que prevalecer; pero pensaba que la hora del triunfo estaba muy lejana, que la Victoria no llegaría hasta que Cristo volviese a la tierra, con majestad cien veces superior a la de Nerón


Formaba mil proyectos de abandonar Roma, acompañado de todos sus fieles, marchando con ellos lejos, muy lejos, a los frondosos bosques de Galilea y a las orillas del transparente mar de Tiberiades; pero al querer decidirse y salir de la ciudad, una profunda angustia se apoderaba de su corazón

¿Cómo dejar aquella tierra fecundada con la sangre de tantos mártires? ¿Cómo desamparar los lugares donde tantos labios moribundos habían dado testimonio de la Verdad? ¿Qué respuesta daría al Señor cuando El le dijese; "Aquellos murieron por la Fe, y tú huiste del peligro"?


Él, no obstante, había trabajado como bueno en los treinta años transcurridos desde la muerte del Salvador;

había luchado sin tregua y recorrido el mundo predicando la doctrina salvadora; sus fuerzas se habían agotado en largas peregrinaciones

Enfrente de él estaban el Emperador, el Senado, el pueblo, las legiones; y él se encontraba solo, encorvado bajo el peso de los años y de los dolores, falto de fuerza y casi incapaz para sostener con manos trémulas el báculo del peregrino

Todas estas ideas batallaban en su mente mientras escuchaba las súplicas de aquel último puñado de fieles, que le decían: -¡Huye, Maestro! Tú eres la piedra sobre la cual esta fundada la Iglesia de Dios, déjanos morir, pero no consientas que el Anticristo triunfe sobre el Vicario de Dios, y no vuelvas hasta que el Señor haya aniquilado a quien ha vertido tanta sangre inocente.
 
Al día siguiente, a la primera hora de la mañana, dos misteriosos personajes, envueltos en mantos obscuros, marchaban por la Vía Appia en dirección a la campiña. Uno de ellos era Nazario; el otro, Pedro, que huía, por fin, de Roma, dejando a los cristianos amenazados de graves peligros

[...]

La quietud era absoluta; ningún ser viviente aparecía por ninguna parte, y, los madrugadores hortelanos no se preparaban todavía para llevar sus hortalizas a la ciudad; sólo se oían las pisadas de los dos viajeros sobre las piedras del camino.

Cuando salió el sol, una visión maravillosa deslumbró los ojos del Apóstol el cual creyó ver que el astro, en lugar de ascender por el firmamento, bajaba al llano, dirigiéndose hacia el camino por donde avanzaban los dos peregrinos. Pedro se detuvo y preguntó:

-¿Ves esa luz que viene hacia nosotros?
-Yo no veo nada -respondió Nazario.

Pedro, haciéndose sombra en los ojos con la mano, continuaba mirando adelante.

-Si, si; alguien se acerca a nosotros envuelto en los rayos del sol -dijo.

Pero no se oía el rumor más leve; el silencio era universal en todo el contorno. Sin embargo, Nazario observó que las ramas de los árboles se movían como si una mano invisible las agitase, y que la luz era cada vez más intensa en toda la campiña; se volvió hacía el Apóstol, y lleno de asombro, le preguntó:

-¿Que tienes, maestro?

El anciano había dejado caer el báculo, sus ojos miraban hacia delante con extraña fijeza; tenía la boca entreabierta, y su rostro, donde se pintaba la sorpresa y la alegría, parecía transfigurado como en éxtasis celestial. Por fin cayó de rodillas y levantó los brazos, exclamando:

-¡Cristo! ¡Cristo!

Y tocando, con sus labios en el suelo, parecía besar los pies a alguien, permaneciendo inmóvil por largo rato, hasta que con voz entrecortada por los sollozos balbuceó:

-Quo vadis, Domine? (¿Adónde vas, Señor?)

A los oídos de Nazario no llegó respuesta alguna; pero el Apóstol oyó con toda claridad una voz dulce y doliente, que decía:

-Puesto que tú abandonas a mi pueblo, voy a Roma para ser de nuevo crucificado.


Pedro guardó silencio, y continuó postrado en tierra. Nazario le creyó desvanecido o muerto; pero al cabo se levantó, y tomando el báculo en sus manos temblorosas, sin decir palabra, volvió a encaminarse a la ciudad de las siete colinas. Entonces el muchacho repitió como un eco:

-¿Adónde vas, Señor?
-A Roma -contestó con dulce voz el Apóstol.

Y marcharon los dos de regreso a Roma.



Cerca de la antigua Puerta Capena se conserva todavía una capilla, en cuyos muros se lee esta inscripción, destruida casi, por el paso demoledor de los siglos:

Quo vadis, Domine?





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Tomado de la Novela Histórica
Quo vadis?
de Henryk Sienkiewicz



Los tesoros de la Iglesia

Lorenzo: "Coronado de Laurel"

[¿? Huesca, España
258 a.D. Roma]


S.S. Sixto II ordenando como diácono a San Lorenzo
[según Fra Angélico]
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Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los hombres de confianza del Sumo Pontífice, estaba encargado de administrar las limosnas y dineros de la Iglesia y de distribuir las ayudas y cuidados a los pobres







En el 257 a.D. el emperador Valerio publicó un decreto en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano, sería condenado a muerte, prohibía el culto y las reuniones cristianas




El Papa Sixto II fue inmediatamente arrestado y condenado a muerte junto a cuatro de sus diáconos.

Lorenzo se encontró con el Papa en el camino a su ejecución y le preguntó:
San Lorenzo Mártir: ¿A dónde vas, querido padre, sin tu hijo? ¿A dónde te apresuras, Santo Padre, sin tu diácono?. Nunca antes subiste al altar del sacrificio sin tu sirviente, ¿y ahora deseas hacerlo sin mi?
San Sixto II Papa: En tres días tú me seguirás - le contestó.


Por ordenes del Papa, Lorenzo recogió todos los dineros y demás bienes de la Iglesia en Roma y los repartió entre los pobres, vendió los cálices de oro, copones y candeleros valiosos, y el dinero lo dio a las gentes más necesitadas.

Entre estos tesoros se encontraba el Santo Grial, (el cáliz que Cristo utilizó en la Última Cena, que después de la Resurrección, fue llevado a Roma y utilizado por los Obispos romanos, hasta Sixto II, donde desapareció).

El Prefecto de Roma (un muy buen amigo del dinero) llamó a Lorenzo y le dijo:
Prefecto de Roma: Me han dicho que los cristianos emplean cálices y patenas de oro en sus sacrificios, y que en sus celebraciones tienen candeleros muy valiosos. Vaya, recoga todos los tesoros de la Iglesia y me los trae.


Lorenzo le pidió tres días de plazo para reunir todos los tesoros de la Iglesia, y en esos días fue reuniendo a todos los pobres, lisiados, mendigos, huerfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos, en fin, a todos los que el ayudaba con las limosnas y presentándose ante el Prefecto le dijo:

San Lorenzo Martír: Ya tengo reunidos todos los tesoros de la Iglesia. Y le aseguro, que son más valiosos que los que tiene el Emperador
Llego el Prefecto muy contento pensando llenarse de Oro y Plata y al ver semejante colección de miseria y enfermedad se disgusto enormemente, pero Lorenzo le dijo:
San Lorenzo Mártir: ¿Por qué se disgusta? ¡Estos son los tesoros más apreciados de la Iglesia de Cristo!


El Prefecto de Roma, lleno de rabia, lo mando matar de una forma cruel.

Para que su muerte fuera lenta encendieron una parrilla de hierro y cuando estaba al rojo vivo, Lorenzo fue acostado sobre ella. Y con una tranquilidad que nadie había imaginado rezó por la conversión de Roma y la difusión de la religión de Cristo por todo el mundo, y exhalo su ultimo suspiro.


La Reina de Blanco

Por privilegio Papal, las reinas o consortes reales católicas en audiencia ante el Pontífice; visten de Blanco con una mantilla sobre la cabeza.

S.S. Juan Pablo I con los Reyes de España (Monarquía Católica)

S.S. Benedicto XVI con los Reyes de Bélgica (Monarquía Católica)
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Las Reinas o consortes reales protestantes, visten de Negro

S.S. Pablo VI con los Reyes de Dinamarca (Monarquía Protestante)

S.S. Juan Pablo II con la Reina de Inglaterra (Monarquía Protestante)
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En tanto que demás princesas o gobernates femeninas, sean católicas o protestantes; lo hacen rigurosamente de Negro. en todos los casos, con una mantilla sobre la cabeza.

S.S. Pio XII con la Princesa de Inglaterra (actual Isabel II)
y su esposo el Duque de Edimburgo (Monarquía Protestante)

S.S. Juan XXIII con Jackie Kennedy
(esposa del Presidente de E.U. John F. Kennedy)

S.S. Juan Pablo II con los Príncipes de Asturias
heredero al Trono Español (Monarquía Católica)

S.S. Benedicto XVI con las presidentas de Argentina y Chile
(Cristina F. de Kirchner y Michelle Bachelet)
[Aquí ambas se saltan el protocolo al no usar la mantilla sobre la cabeza, Bachelet no lo lleva y Kirchner porta una especie de sombrero]

S.S. Benedicto XVI con el Presidente de E.U.
y su esposa Michelle Obama

Faldistorio

Faldistorio


  1. Mueble para sentarse, hecho de madera, metal o marfil, usado por el Obispo en algunas ceremonias especiales. No tiene respaldo, pero si brazos

  2. En el uso civil es usado como asiento de dignidad, usado por el rey o un noble

  • El Papa usa el faldistorio como reclinatorio, puesto que si se sienta en el, sus pies no alcanzan a tocar el suelo

  • Los Obispos cuando celebran Misa fuera de sus Diócesis utilizan el faldistorio para sentarse, pues sólo el Obispo titular tiene derecho a sentarse en la Sede (o trono) dentro de su jurisdicción

  • El Papa cuando celebra Misa fuera de Roma, siempre usa la Sede para sentarse en lugar del faldistorio, pues su jurisdicción es suprema.

  • Los Cardenales también pueden sentarse en la Sede a donde vallan, pero en Roma se sientan en el Faldistorio, salvo en su titulo.
S.S. Venerable Pio XII
con la Sede a su espalda
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S.S. Juan XXIII
cubriendo el Faldistorio con el Manto Papal
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