Tiene su origen en los sombreros de peregrino.
Durante siglos, el uso del galero estaba limitado a los cardenales, como una corona que simbolizaba el título de Príncipe de la Iglesia.
El Papa Inocencio IV fue el primero que impuso el capelo rojo a los cardenales en 1425, en el Primer Concilio de Lyon.
Cuando moría un cardenal, se colgaba su capelo sobre su tumba, donde permanece hasta que queda reducido a polvo, simbolizando que toda la gloria terrenal es pasajera.
Se dice que cuando cae, el alma del cardenal ha entrado en el cielo.
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