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¿Tolerancia o Libertad Religiosa?

Un día el cardenal Ottaviani y el cardenal Bea llevaron al Concilio Vaticano II dos fascículos que valían su peso en oro.

Estos dos fascículos delimitaron los campos en la Iglesia:
El del Cardenal Bea, liberal,  es de la Revolución francesa y el otro,
el del Cardenal Ottaviani esta firmemente asentado en la Tradición bimilenaria católica.


Exmmo Rvmmo Alfredo Cardenal Ottaviani
(1890-1979)

En su documento el Cardenal Ottaviani habla de la tolerancia religiosa
Es decir, si hay otras religiones en los Estados católicos, se los tolera, pero no se les concede las mismas libertades que a la Iglesia, del mismo modo que se toleran los pecados y los errores, dado que no se puede expurgar todo. En una sociedad hace falta una cierta tolerancia, pero esto no quiere decir que se apruebe el mal.
Su postura permanecia en comunión con todos los Papas hasta el Concilio: En el folleto del Cardenal Ottaviani hay más páginas de referencia que de texto; referencias a los Papas, a los concilios, a toda la doctrina de la Iglesia. La tolerancia religiosa está realmente en la continuidad de la Tradición. La Fe en la Iglesia fue siempre predicar la verdad y tolerar el error, ya que no puede hacer de otro modo, pero esforzándose en ser misionera, reducir el error y atraer a la verdad.


Cardenal Bea
(1881-1968)

En su documento el Cardenal Bea habla de la libertad religiosa
y se basaba completamente en la Revolución francesa y la Declaración de los derechos del hombre
el cardenal Bea no da referencia alguna en su documento. Él no podía remitirse a ningún Papa, dado que su doctrina es nueva y ésta siempre fue condenada por los Sumos Pontífices


Cuando llegó el momento para el cardenal Ottaviani de presentar su documento a la Comisión central preparatoria del Concilio, documento que no hacía más que retomar la doctrina enseñada siempre por la Iglesia católica, el cardenal Bea se irguió diciendo que se oponía.

El cardenal Ruffini, de Sicilia, intervino para detener ese pequeño escándalo de dos cardenales que se enfrentaban así con violencia ante todos los otros. Pidió referir a la autoridad superior, es decir al Papa que ese día no presidía la sesión. Pero el cardenal Bea dijo, no, quiero que se vote para saber quién está conmigo y quién con el cardenal Ottaviani.

Se procedió, pues, a votar. Los setenta cardenales, los obispos y los cuatro superiores de órdenes religiosas que estaban allí se dividieron más o menos por mitades.

Prácticamente todos los cardenales de origen latino: italianos, españoles y sudamericanos, estaban por el cardenal Ottaviani.
El contrario los cardenales norteamericanos, ingleses, alemanes y franceses estaban por el cardenal Bea.

Así se halló una Iglesia dividida sobre un tema fundamental de su doctrina: La realeza de Nuestro Señor Jesucristo.

Era la última sesión, y uno se podía preguntar lo que iba a acontecer con ese Concilio si ya la mitad de los setenta cardenales eran favorables a la tolerancia religiosa del cardenal Ottaviani y la otra mitad favorable a la libertad religiosa del cardenal Bea que se basaba en la Revolución francesa y la Declaración de los derechos del hombre.

Y bien, en el Concilio también hubo lucha, y hay que reconocer que son los liberales los que se impusieron. ¡Qué escándalo! Así llegó esa nueva religión, que desciende más de la Revolución francesa que de la Tradición católica, ese famoso ecumenismo donde todas las religiones están en pie de igualdad. Ahora Ustedes, pueden comprender la situación actual, esta se deriva de los liberales en el Concilio.

Hubo, sin embargo, oposiciones violentas, pero como el Papa tomó parte prácticamente por la libertad, son los liberales que tomaron los puestos en Roma y los ocupan aún.

Me opuse a esto con Mons. Sigaud, Mons. de Castro Mayer y muchos otros miembros del Concilio. Porque no se puede admitir que Nuestro Señor sea destronado.


La Iglesia está fundada sobre el principio que exige la realeza de Nuestro Señor sobre la tierra del mismo modo que en el Cielo. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el Cielo. ¡Sí, que la voluntad del Señor sea hecha por doquier y no solamente en las familias!. Pero ahora que el liberalismo reina en Roma, aquel que nuestros autores de 1926 calificaban como de el peor enemigo de la Iglesia, asistimos a la demolición de la Iglesia.

La Iglesia no afirmó jamás que se tenía el derecho tanto de estar en el error como en la verdad, que había igual derecho de ser budista que católico. Esto no es posible, o la Religión católica no es más la única verdadera. Es una catástrofe fundamental para la Iglesia. Hemos vivido ese combate en el Concilio y lo vivimos todavía.

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